El desempleo entre jóvenes de 15 a 24 años en Costa Rica se ha convertido en un problema estructural que amenaza el desarrollo social y económico del país. Actualmente, la tasa de desempleo juvenil alcanza un 24,9 %, mientras que el promedio nacional se ubica en apenas 6,9 %. Esto significa que los jóvenes enfrentan casi tres veces más dificultad para conseguir un trabajo en comparación con el resto de la población.
El panorama es aún más duro para las mujeres jóvenes, cuya tasa de desempleo llega a un 29,6 %. En otras palabras, casi una de cada tres mujeres entre 15 y 24 años está en búsqueda de empleo sin éxito. Este dato refleja la persistencia de desigualdades de género en el acceso al trabajo, donde la falta de oportunidades, la discriminación y la presión de roles familiares limitan sus posibilidades de desarrollo.
Un grupo que preocupa especialmente es el de los llamados “ninis”, jóvenes que ni estudian ni trabajan. En Costa Rica, esta población supera las 145 mil personas, y lo más alarmante es que más del 60 % no tiene cargas familiares que les impidan buscar empleo o continuar sus estudios. Esto evidencia que existen barreras estructurales que frenan la inserción laboral de la juventud, tales como la falta de experiencia, la desactualización de la educación frente a las demandas del mercado y la escasez de oportunidades de calidad.
Si bien en comparación con los años más críticos tras la pandemia las cifras han mostrado una ligera mejoría —ya que en ese momento el desempleo juvenil llegó a superar el 32 %—, la realidad actual sigue siendo preocupante. Muchos jóvenes están abandonando la búsqueda activa de trabajo, lo que reduce artificialmente las estadísticas de desempleo, pero no resuelve el verdadero problema: la falta de oportunidades reales.
El desempleo juvenil no solo es un tema económico, sino también social. Una generación sin empleo estable enfrenta riesgos de pobreza, exclusión y migración forzada en busca de mejores horizontes. Además, el país pierde una parte fundamental de su capital humano, desaprovechando el potencial innovador y productivo de los jóvenes.
A la vez, este fenómeno tiene implicaciones de género, ya que la situación de las mujeres jóvenes exige políticas públicas específicas que promuevan la igualdad de oportunidades, la capacitación técnica y el acceso equitativo al mercado laboral.
Aunque se reconoce el esfuerzo de algunos programas de empleabilidad juvenil, la magnitud del problema muestra que no son suficientes. Costa Rica necesita una estrategia integral que incluya educación pertinente, apoyo a emprendedores jóvenes, incentivos a empresas que contraten personal en este rango de edad y mecanismos de protección social que permitan reducir la brecha de género en el mercado laboral.