Costa Rica se ha convertido en el país de América Latina con el mayor aumento de millonarios extranjeros en los últimos diez años, superando a naciones como México y Argentina. De acuerdo con el estudio Migración de Patrimonio Privado 2025 de Henley & Partners, el crecimiento alcanzó un 76 %, lo que equivale a la llegada de aproximadamente 8.400 personas con fortunas superiores al millón de dólares en bienes y activos líquidos.
Este fenómeno, que se intensificó tras la pandemia, responde a la búsqueda de mayor calidad de vida, estabilidad política y social, así como al atractivo de la inversión inmobiliaria en zonas costeras y urbanas de alto valor. Muchos de estos nuevos residentes encuentran en Costa Rica un destino que combina seguridad, naturaleza y oportunidades de negocio, factores que refuerzan el posicionamiento internacional del país.
Los efectos son múltiples. Entre los aspectos positivos destacan la reactivación de la economía local, la generación de empleo en sectores como construcción, servicios y turismo, además del prestigio internacional que otorga convertirse en un polo de atracción para el capital privado. Sin embargo, también emergen grandes desafíos: el aumento del costo de la vivienda, el encarecimiento del estilo de vida en comunidades con alta presencia de extranjeros, y la percepción de que se está produciendo una especie de “invasión” que podría profundizar las brechas de desigualdad social.
El impacto de este flujo de millonarios plantea la necesidad de políticas públicas que regulen el mercado inmobiliario, protejan el acceso a la vivienda de los costarricenses y garanticen que la llegada de capital extranjero no desplace a la población local. Entre las medidas recomendadas destacan la creación de proyectos de vivienda asequible, impuestos compensatorios para las zonas de alta demanda y una gestión urbanística sostenible que evite el deterioro ambiental y social.
Costa Rica enfrenta, por lo tanto, un escenario ambivalente: la oportunidad de consolidarse como un país atractivo para la inversión y el prestigio global, y al mismo tiempo el reto de que esa prosperidad se distribuya de manera justa, protegiendo el bienestar de la mayoría de los ciudadanos. El balance entre desarrollo y equidad será clave para que este fenómeno se traduzca en un verdadero beneficio para todo el país.