El Liceo Rural de Roca Quemada, situado en el territorio indígena cabécar de Alto Chirripó, es un claro ejemplo de resiliencia y compromiso en una de las zonas más vulnerables de Costa Rica. Desde su fundación, la institución ha trabajado incansablemente para ofrecer educación de calidad a 150 estudiantes provenientes de 22 comunidades, superando obstáculos y desafíos que van desde el aislamiento geográfico hasta las dificultades económicas.
Helen Villanueva, quien asumió la dirección del liceo en 2015, destaca con orgullo los logros alcanzados. A pesar de que en sus primeros años el centro educativo fue considerado el más excluido de la región, la visión y el trabajo en equipo de su comunidad educativa han logrado revertir esa realidad. “El reto fue grande, pero lo tomamos como un desafío y, con el apoyo de todos, hemos logrado superar la exclusión,” asegura Villanueva.

Uno de los principales problemas que enfrentaron fue el ausentismo escolar, causado por diversas dificultades, tales como el acceso limitado a la institución, la pobreza, las condiciones climáticas adversas y la necesidad de que algunas madres se quedaran en casa para cuidar a sus hijos pequeños. Sin embargo, la respuesta de la comunidad educativa fue contundente: implementar estrategias interinstitucionales y una constante gestión de recursos.
En 2019, la Embajada de Japón construyó un albergue para los estudiantes, lo que permitió a muchos jóvenes residir en el liceo y reducir los traslados largos y peligrosos. Además, en 2022, la institución logró adquirir dos vehículos para transportar a más de 70 estudiantes por la única ruta de acceso, una medida inédita en la región, ya que el Consejo de Transporte Público (CTP) solo autorizaba busetas o buses estudiantiles. Esta iniciativa marcó un hito en el transporte escolar en la zona.

La labor del Liceo Rural de Roca Quemada no se limita solo a la enseñanza tradicional. En 2023, con el apoyo del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), se estableció la primera guardería en la región, un centro de atención integral que atiende a 23 niños entre 2 y 9 años, lo que permite a las madres continuar con sus estudios sin preocuparse por el cuidado de sus hijos. Lizania Herrera García, estudiante de décimo año, comparte su experiencia: “Gracias a la guardería, puedo estudiar y seguir adelante con mi educación para mejorar el futuro de mi familia.”
Los docentes del liceo también se han destacado por su enfoque integral. Más allá de la malla curricular, los educadores promueven proyectos que buscan darles a los estudiantes herramientas útiles para su desarrollo personal y profesional. Entre ellos destacan los talleres de reparación de bicicletas, actividad física, tecnología y herramientas digitales, áreas que se han convertido en esenciales debido a la falta de electricidad en muchos hogares. Jarvin Ortiz Céspedes, estudiante de undécimo año, valora enormemente estos talleres, ya que no solo le brindan conocimientos, sino también la posibilidad de aplicar lo aprendido en proyectos sociales y productivos que benefician a la comunidad.