La Selección Nacional de Costa Rica atraviesa un momento decisivo en las eliminatorias rumbo al Mundial 2026. Su desempeño en el Grupo C ha sido irregular y, aunque aún mantiene opciones matemáticas de clasificar, la posibilidad de quedarse fuera ya genera preocupación en lo deportivo, lo económico y lo social.
El primer impacto sería económico. Expertos estiman que Costa Rica podría dejar de percibir hasta 120 millones de dólares en ingresos. Estos recursos provendrían de premios de la FIFA, derechos televisivos, patrocinios, venta de merchandising y el efecto multiplicador en sectores como el turismo y el comercio. Los clubes nacionales también perderían exposición internacional, afectando el mercado de jugadores y reduciendo posibles contratos en el extranjero.
En lo social y cultural, el golpe sería igualmente fuerte. La Sele ha sido históricamente un símbolo de orgullo nacional y unidad colectiva. No estar en la máxima cita del fútbol significaría una ausencia en la escena deportiva global durante años, afectando la identidad futbolística del país y disminuyendo la moral de los aficionados.
La falta de participación también tendría consecuencias en la motivación de las nuevas generaciones de futbolistas, que verían limitada la proyección de sus referentes y el entusiasmo por seguir una carrera profesional en el deporte.
No obstante, todavía hay espacio para la esperanza. Restan partidos claves en los que la Sele puede revertir su destino. Para lograrlo, deberá mostrar determinación, disciplina táctica y recuperar la confianza del grupo. Cada punto será vital para definir si Costa Rica asegura su boleto o queda relegada antes de tiempo.
El desenlace de esta campaña no solo definirá la presencia en el Mundial 2026, sino que marcará un precedente en la historia del fútbol costarricense: entre mantener la tradición mundialista o enfrentar un vacío con profundas repercusiones.


