Cada día, al salir a la calle, es como adentrarse en un escenario urbano, donde los rostros anónimos parecen ser parte de la decoración callejera, simples ornamentos en una rutina que avanza con implacable constancia.
El trajín cotidiano se convierte en un campo de batalla, una lucha incansable por obtener el pan de forma «digna», por mantener un estatus que proteja de la inminente amenaza de la indigencia. Pero, ¿Qué significa realmente quedar en la calle?
Los Números Ocultos de la Desesperación
El Instituto Mixto de Ayuda Social ha revelado una impactante cifra: al menos 5815 personas en Costa Rica viven en las calles, en la indigencia. Detrás de estos números yacen historias conmovedoras, vidas marcadas por la tristeza y la adversidad. Son relatos de aquellos que luchan por sobrevivir en un mundo implacable, donde las heridas de la calle dejan cicatrices profundas de depresión, ansiedad e incertidumbre.
El Largo Camino de Evelyn Mora
Tal es el caso de Evelyn Mora, una mujer de 56 años, quien durante 29 largos años, decidió abandonar su hogar e irse a vivir a la zona roja de San José.
«… no sé qué (me llevó a caer en la calle), fijate que yo lo tenía de todo, tenía mis hijos, tenía mi casa, iba a la iglesia, pero vieras que siempre tenía dentro de mí una soledad; o sea, no me llenaba nada…«, expresó Mora, al pensar qué la llevó por casi tres décadas a habitar la calle.
La cocaína y el crack, convidados por parejas y amigos, hundieron a Evelyn en las drogas, perdiendo así, la compañía y el amor de sus tres hijos, el menor con tan solo seis meses de edad. Con lágrimas en los ojos, Mora asegura que la calle no es nada fácil, pues no solo se sufre discriminación y muchas violaciones.
“Alejarme de mis hijos fue lo más duro que he pasado, a mi me decían, ¿Vos querés a tus hijos? Y yo decía, sí a mi manera, pero a la vez es mentira, porque si yo hubiese querido a mis hijos me tenía que querer yo primero, porque si no, no le podía dar amor a ellos”, expresó Evelyn.
De profesional a la calle
Hay quienes al igual que Evelyn, llegan a la calle, pero de manera más efímera. Como el caso de Ninoska Palacios, una madre nicaragüense de tan solo 39 años y perteneciente a las decenas de vecinos del norte que huyeron de su país para evitar ser presos políticos luego de los disturbios ocurridos en el 2018.
Ser técnica quirúrgica, administradora de empresas y licenciada en farmacia no la excluyó de tener que huir ante una tonta, sí, tonta confusión de querer comprar un paquete de abrigos o chaquetas, las cuales -al exhibirlas- se dio cuenta que tenían un escudo falso de policía, lo que le valió rumores de que se estaba en contra del gobierno fascista de Daniel Ortega.
“Me quemaron mi casa, obviamente con el objetivo de quemarme a mí. Lo que no sabían es que yo esa noche me quedé en la casa de mi papá”, contó Ninoska.
A partir de ahí, la situación se complicó para Palacios y sus dos hijos, puesto que la despedían de cualquier trabajo de manera injustificada y empezó a ser perseguida por el Gobierno.
“Decidí emigrar para no ver perjudicados a mis hijos y dejarlos con mi mamá de crianza… Me vine por el Naranjal, ahí tuve que dormir dos días en el monte, sin comer, tuve que tomar agua de un charco…”, entrecortó las palabras Ninoska por las lágrimas que, el recuerdo, deja escapar.
Poco más de ₡160.000 traía esta inmigrante en la bolsa y sin conocer el valor real de la moneda, el viaje de la frontera hasta la capital le costó ₡120.000. Con la esperanza de encontrar trabajo en limpieza, pagó a una mujer ₡40,000 que -al parecer- la estafó. Con tan solo ₡1500 en el bolsillo, sin haber probado bocado alguno, Ninoska no sabía dónde dormiría.
Fue donde entonces, le hablaron de Obras del Espíritu Santo en Cristo Rey, donde alega le dieron una comida deliciosa y le hablaron del albergue municipal.
Pese al temor que la situación le otorgó y sapiente de que el trabajo dignifica al ser humano, Palacios se ha topado con la amarga xenofobia al recibir desprecios y hasta el no recibir pago alguno por hacer trabajos de limpieza.
“Al venir acá, llegás a un momento en el que sentís que no valés nada, porque la sociedad eso es lo que te hace pensar… Para estar en situación de calle, no precisamente tener que prostituirte, lo único que necesitas es estar vivo, porque la vida te cambia de la noche a la mañana ¡No importa si sos profesional, si no lo sos!”, exclamó Ninoska con gran sentimiento.
Aporte INSUFICIENTE
Tanto Evelyn como Ninoska afirman haber conocido a un ángel, el cual les ha brindado el apoyo suficiente, convirtiéndose hasta en un motor que les brinda apoyo para la depresión y ansiedad.
Dicho ángel fue Carol Ma, activista de derechos humanos, directora y una de las fundadoras de Casa Mint, una organización no gubernamental que brinda apoyo a la mujer integral. Ma se ha convertido en la fuerza de muchas mujeres como Mora, quien es adicta anónima y se mantiene sin consumir lo que la hacía depender de la suerte de la calle y la venta de drogas. También lo fue para Palacios, puesto a que la guio para que lograra un estatus migratorio legal y con ella, pudiera acceder a mejores oportunidades laborales.
Aunque todo esto representa una gran ayuda para estas mujeres, Ma asegura que no alcanzan los recursos para poder apoyar a decenas de mujeres en condición de vulnerabilidad, de calle y de zona roja.
“Andrea, esta es una problemática multifactorial, sostenida por la violencia estructural…la respuesta es insuficiente.”, expresó la activista.
Johnny Araya, actual alcalde de San José, apoya el criterio de Ma, al asegurar que el reclamo es válido, puesto que el gobierno debería involucrarse más.
“En el caso de la Municipalidad de San José ha estado muy involucrada y pese a que los habitantes de calle han crecido en más de un 50% en todo el país… Nosotros tenemos desde hace 15 años un centro dormitorio que apenas da lugar para 102 personas por noche”, declaró Araya, quien -además- afirma, tiene proyección de construir un albergue más.
La visibilidad de estas personas que para la mayoría son invisibles, es muy nueva, inició en el 2016, gracias a organizaciones como Casa Mint y la Comisión Mixta de Atención a la Indigencia (COMAI) quienes instaron al gobierno a la creación de la Política Nacional Atención Integral para personas en Situación de Abandono y en situación de Calle, la cual busca garantizar los derechos de las personas que habitan el territorio y proteger aquellas que no cuentan con redes de apoyo efectivas.
“Somos conscientes de dejar de invisibilizar una situación que afecta al mundo, pero también a Costa Rica… hemos normalizado ver cada vez más personas en la calle y esto no está bien, tenemos que hacer algo”, declaró Cindy Quesada, ministra de la Condición de la Mujer.
En tacones por la Zona Roja
Hace dos años Casa Mint y la escritora Carla Ramírez Brunetti iniciaron un taller de escritura terapéutica en donde Evelyn Mora y Ninoska Palacios, fueron parte de las nueve mujeres valientes y capaces de contar su historia cargada de más bajos que altos, una historia cargada de abusos, hambre, abandono y adicciones.
A ellas se suma Grettel quien fue abandonada desde pequeña y a los 15 años ya era madre y empezó a trabajar en night clubs para poder sobrevivir. Jessica, quien por distintas razones no muestra su verdadero rostro, también aporta su historia y afirma que sus adicciones han creado distorsión en su carácter.
Kylia bailarina de ballet y danza moderna, aunque nació pobre, tuvo episodios de lujo -en su vida- los cuales la llevaron a las adicciones y a casi perder por completo a su única hija. También se suma Lauren, quien vivió abuso sexual por parte de su papá, quien también golpeaba a su madre. Pasó por la prostitución y algunas cuarterías del “Paso de la Vaca” fueron su hogar por años.
La Limonense Pamela atravesó la prostitución y el maltrato infantil. Y así la historia de abusos que acompaña a Tania y Yazmín.
“Nosotras creemos que hasta que, como sociedad, conozcamos quién es realmente la mujer que está en la esquina y que ninguna persona quiere ver, ¿Quién es esa mujer y cómo llegó a estar ahí?, porque ninguna persona decide estar en esa situación… son factores de riego -desde la niñez- que va empujando a esa persona, hasta que llega a estar en una situación tan vulnerable.”, reflexionó Carol Ma.
Evelyn lleva cuatro años limpia y aún continúa en tratamiento psiquiátrico, puesto a que ha tratado de quitarse la vida en distintas ocasiones. Pese a que vive en una pensión, vive de manera humilde junto al hombre que desposó hace un año.
Ninoska sigue trabajando, limpia casas y ahora vive junto a su pareja. Se encuentra realizando un curso para el cuido de adultos mayores y no pierde la esperanza de hallar mejores oportunidades.
“No queremos causar lástima, no queremos que nos digan, ¡Ay, pobrecita, cayó! Queremos oportunidades laborales, de una vivienda digna, de estudios, porque hay muchas jóvenes que no estudian y quieren salir adelante… oportunidades para erradicar drogadicción, prostitución y pobreza”, así terminó de contar, Ninoska, su historia.