Mientras Costa Rica acumula 20 símbolos nacionales—desde el yigüirro hasta la carreta típica—, la reciente propuesta de declarar la casa de bahareque como otro emblema patrio revive el debate: ¿realmente necesitamos más figuras simbólicas, o son solo distracciones ante la falta de políticas concretas para preservar nuestro patrimonio?
Una tradición olvidada, un gesto vacío
El bahareque, técnica ancestral de construcción con madera, barro y caña, fue clave en la historia rural costarricense. Sin embargo, su declive no se detuvo por falta de reconocimientos, sino por la ausencia de incentivos reales para su conservación. Hoy, quedan pocos ejemplos en pie, muchos en estado de abandono.
«Declararlo símbolo nacional no salvará ni una sola casa si no hay fondos para restaurarlas o integrarlas en planes de desarrollo», advierte Ana Leitón, arquitecta especializada en patrimonio. «Es como ponerle una banderita a un ataúd: honra la memoria, pero no revive lo perdido».
Prioridades invertidas: ¿símbolos en lugar de acción?
El Congreso costarricense tiene 11 proyectos de ley estancados para proteger patrimonios culturales y naturales, incluyendo reformas a la Ley de Patrimonio Histórico. Mientras, avanza con facilidad en declaratorias simbólicas, que no requieren presupuesto ni fiscalización.
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¿Conservación o folclorización?
El riesgo, señalan expertos, es reducir el bahareque a una postal nostálgica, sin abordar problemas como:
Falta de rutas legales para proteger construcciones en manos privadas.
Cero incentivos fiscales para quienes restauran estas estructuras.
Desinterés municipal en inventariar y mantener edificaciones históricas.
«Mientras no haya una **ley de mecenazgo cultural** o fondos específicos, esto es pura retórica», sentencia Leitón.